
El color según Cristina Lucas
Informal Colors en Galería Juana de Aizpuru
11 de febrero al 18 de marzo
A vueltas con una teoría del color: ¿Es posible para el espectador contemporáneo percibir el color y la forma atendiendo a composiciones y sensaciones puras como las que se establecen en las investigaciones históricas de Newton, Goethe, Wittgenstein, Kandinski o Heller? ¿Proceden nuestras sensaciones perceptivas del color de procesos patológicos que han ido evolucionando a lo largo de los siglos? ¿Eran daltónicos los antepasados de Van Gogh? ¿Scriabin era un loco y Messiaen era un iluminado introvertido?
Todas esas investigaciones sobre los colores y las formas intentaban desentrañar los efectos provocados por unos y otras en la percepción del espectador; intentaban clarificar cómo las incidencias de ciertas hondas de luz sobre los receptores ópticos tienen un efecto en nuestras emociones, algo que el arte, y sobre todo la pintura, aprovechó para acentuar su intencionalidad comunicativa, muy especialmente en una época en la que la pintura ya no era la única que reflejaba el mundo visible y se dirigía hacia un intento de manifestación de lo interior. Ver y sentir.
La cuarta exposición de Cristina Lucas en la galería Juana de Aizpuru está centrada en las series Monocromos y Figuras
Estas dos series están orientadas a un análisis y clasificación del lenguaje de los colores y las formas tomadas de la vida cotidiana, capturando cuantos logos le saltaban a la vista con la intención de devolverlos a su vitrina para ofrecérselos al espectador dentro de su contexto formal. Cristina Lucas observa ese mundo corporativo que habitamos y extrae de él formas y colores que clasifica. Cada una de sus obras (tanto pictórica como escultórica) se construye con los múltiples logos que nos asaltan diariamente en la calle o en internet, clasificándolos por color y forma, enmarcándolos en las teorías que parecen justificar su elección. El marco es importante, no cierra la cuestión sino que la expande y la contextualiza. Podría decirse incluso que la explica, que aclara el regreso al arte de lo que un día le fue propio y ahora ha de compartir con la realidad mercantilizada del presente: visibilidad y comunicación. Se trata de un camino de vuelta en el que desde la más prosaica realidad (incluidas las calculadas dimensiones de los medios de comunicación publicitaria para que puedan visualizarse en el ajetreado devenir de nuestros tiempos) se establecen guiños a las varias tentativas abstractas que la historia del arte ha desarrollado a lo largo del siglo XX, y, al mismo tiempo, se plantea como una nueva revisión de los códigos de lectura de los elementos estéticos que nos rodean y con los que dialogamos a diario. Una revisión artística en la que se pone a cada cual en su lugar, al arte y a la comunicación institucional, y hace muy pertinente la pregunta inicial: ¿es posible para el espectador contemporáneo percibir el color y la forma atendiendo a composiciones y sensaciones puras? Es a ese espectador contemporáneo al que le corresponde contestar a partir de su experiencia personal frente a estas obras y ante los logos y formas que las constituyen.
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